Esta noche se perfeccionará la última luna nueva del año, que tendrá lugar en el signo de Sagitario: el Sol y la Luna estarán en conjunción en el signo, a pocos grados de Marte, formando una cuadratura con Neptuno en Piscis, que acaba de volver directo tras unos cinco meses de movimiento retrógrado.
Sagitario es el último signo del elemento Fuego, pero su fuego no es el fuego furioso de Aries, ni siquiera el fuego radiante de Leo, sino un fuego más espiritual que conduce a la iluminación. De hecho, Sagitario es el signo que nos conduce al lado espiritual de la vida; nos exhorta a ser honestos y veraces sobre nuestro propósito en la vida, y nos desafía a actuar en consecuencia.
Con Escorpio nos sumergimos en las profundidades de nuestro yo más prístino para contemplar nuestra verdad desnuda y despojarnos de nuestras falsas máscaras, y ahora la flecha de Sagitario nos insta de nuevo a continuar nuestro viaje. Es el signo que nos pide que trabajemos la maestría que aprendimos con los signos anteriores y las diversas muertes que experimentamos en Escorpio; de hecho, el lema clave de Escorpio es “renazco”, mientras que el de Sagitario es “comprendo”. Así pues, nos invita a realizar un trabajo introspectivo, tratando de aportar claridad a todo lo que no hemos comprendido del todo hasta ahora y de entender cuáles son nuestros verdaderos deseos.
Porque la maestría de Sagitario no viene de fuera, sino que surge de nuestra propia profundidad y experiencias, y sólo podemos conectar con esta maestría interior y comprender el significado de la espiritualidad si hay presencia. De hecho, estar presente ante uno mismo es la única manera de poder cultivar la verdadera conciencia.
El regente de esta luna nueva es Júpiter, el planeta de la expansión y el crecimiento, de la esperanza y el optimismo, del desarrollo y la abundancia. Es el planeta que ha desempeñado un papel destacado en las creencias religiosas de muchas culturas, como la babilónica, la griega y la romana, que identificaban a Júpiter como el regente de los dioses. Así que, en cierto modo, podríamos considerar a Júpiter nuestro guía espiritual: de él dependen el procesamiento del habla y el lenguaje, la búsqueda de sentido y propósito en la vida, la aspiración al crecimiento y el desarrollo individual.
Júpiter, que sigue en movimiento retrógrado, está transitando el signo de Tauro y formando un trígono de Tierra con Mercurio en Capricornio (que está estacionario y pocas horas después de la luna nueva iniciará su última retrgradación del año) y Lilith en Virgo.
Los tres nos invitan a reconocer nuestros talentos y nuestro valor, a encontrar el valor para expresarlos sin omitir ninguna parte de nosotros, ni siquiera aquella que creemos que no gusta a los demás. Nos recuerdan que tenemos el poder de crear la vida que queramos vivir: la clave está en saber cómo es y cómo se siente esa vida y creer en nosotros mismos para materializarla.
Y esta luna nueva tiene lugar precisamente en la noche de Santa Lucía, cuyo nombre evoca la luz. De hecho, deriva del latín “Lùcia”, cuya raíz es “lux, lucis, luz”; traducido al griego tardío como “Lukìa”, pasó a significar signo y promesa de luz, tanto espiritual como material. Y efectivamente, esta fecha de la primera mitad del siglo XIV coincidía con el solsticio de invierno debido al desfase entre el año solar y el calendario juliano, y anunciaba el fin de la oscuridad invernal y la llegada de días más luminosos.
Lucía, la Diosa de la Luz, es una manifestación de la Dama Blanca, a la que se pide protección, curación y sabiduría (iluminación).
Y no es casualidad que sea el momento de abrirse a la esperanza: la palabra “esperanza” viene del latín “spes”, que a su vez deriva de la raíz sánscrita “spa”, que significa “tender hacia una meta”, al igual que Sagitario. Así pues, con el corazón lleno de deseo y esperanza, dejémonos llevar hacia la luz y preparémonos para acogerla en nuestro interior.
Feliz luna nueva, Francesca Zangrandi