Hoy, 30 de diciembre, la dedicación se hace a Leo, un signo de fuego dominado por el Sol. El simbolismo vinculado a Leo es la colección de frutos maduros, la plenitud del esplendor vital, la vida y la luz en su manifestación más poderosa: es el momento en que disfrutemos de la cosecha, el éxito alcanzado, la plenitud y la abundancia.
El León siente en sí mismo el deber de procrear, pero aprovecha la oportunidad para convertirlo en un juego, en un placer, como lo hace con todas sus pasiones, que convierte en pura y simple diversión. Leo trae a la Tierra el poder del amor, por lo que todas nuestras actividades deberían estar motivadas por este poder: cada pensamiento debería estar radiante de amor, cada palabra vibrante de amor, cada acción embellecida de amor.
El discípulo relacionado con Leo es Judas: Judas representa la personalidad y Juan el espíritu; Judas, después de traicionar a Cristo, se quitó la vida, recordándonos que la personalidad siempre debe amainarse para que el espíritu pueda brillar. San Pablo exhorta a los aspirantes del Camino Crístico a que se
deshagan del hombre viejo y a que se revistan del nuevo: al quedar la personalidad subordinada al espíritu, la naturaleza
inferior del hombre (relacionada completamente con la vida personal
efímera, debe morir como Judas) es reemplazada por ese amor de la
naturaleza superior que evidenció Juan, el discípulo amado que nunca conoció la muerte y que, de los doce inmortales, era el más cercano al Maestro.
En el cuerpo, el centro relacionado con Leo es el corazón: cuando este centro desarrolla su poder divino latente, se vuelve cada vez más fuerte y brillante, hasta que su resplandor es el de una estrella brillante.
El pensamiento bíblico en el que podemos meditar hoy es: «El amor es el cumplimiento de la Ley» (Romanos 13,10)
El amor es la regla que resume todas las demás reglas, es el secreto de la vida: no podemos ofrecer nada más importante que el amor en nuestra vida; este es el verdadero lenguaje universal, el idioma que nos permite expresarnos con todos, en cualquier parte del mundo nos encontremos, porque la expresividad silenciosa del amor nos permite ser comprendidos por todos. El amor es la auténtica energía de la vida que mueve el mundo.
Ahava, Francesca Zangrandi
