Hoy, 2 enero, la dedicación se hace a Escorpio, un signo que representa el gran principio de la transformación: las temperaturas son siempre más bajas y los días más cortos, las hojas caídas al suelo se pudren y se convierten en alimento para la tierra; esta está arada y fertilizada, y las semillas, aparentemente inertes, esperan la llegada de la primavera para resucitar a una nueva vida.
El patrón cósmico que Escorpio trabaja para la tierra es la transmutación de la materia en el espíritu: por medio de este proceso se subliman las esencias de la mente y del cuerpo, por lo que hoy nos mantenemos en el proceso de transformación de la personalidad (bajo la influencia de la mente) en individualidad espiritual (bajo la influencia del corazón).
El discípulo relacionado con Escorpio es Juan: progresó tan lejos en la divina ciencia de la transmutación de la materia en espíritu que nunca conoció la muerte.
En el cuerpo, el centro relacionado con Escorpio es el sistema generativo, que debería convertirse en el centro de la transmutación que, a través de la muerte de la estructura (la personalidad), deja espacio al ilimitado del Espíritu.
También existe conexión entre el corazón (Leo) y el sistema generativo (Escorpio): en tanto que domine la personalidad, el primero queda bajo
control del segundo; cuando la personalidad ha sido exaltada en la
individualidad espiritualizada entonces rige el corazón. En el cuerpo del hombre Crístico la pasión humana ha sido transmutada en el amor divino.
El pensamiento bíblico en el que podemos meditar hoy es: «Benditos los puros de corazón: porque ellos verán a Dios» (Mat 5,8)
Para indicar el «ver», en griego hay dos verbos: uno indica la capacidad de comprensión interna y el otro la percepción física. Nosotros usamos el verbo ver por ambos aspectos, físico e interior, pero el verbo que usa el evangelista no indica la vista física; por lo tanto, nos dice que si somos exactamente lo que somos, sin máscaras, percibiremos lo divino en nuestra existencia.
Ahava, Francesca Zangrandi