Hoy, 3 enero, la dedicación se hace a Sagitario, el signo que cierra la temporada de otoño. La luz y el calor del Sol tienden hacia su mínimo, y la naturaleza reacciona de dos maneras: con hibernación y letargo, o con migración. El Sagitario preserva la semilla plantada por Escorpio produciendo un calor íntimo, protector y germinativo.
Sagitario es una energía mental muy fuerte, pero, en el apogeo de su poder, supera el límite egoico y se convierte en una mente espiritualizada; así que hoy podemos tratar de transmutar todas las experiencias diarias en oportunidades para el desarrollo del alma.
El discípulo relacionado con Sagitario es Felipe: antes de que encontrara al Señor, no tenía idea de lo que significaría en su vida la mente espiritualizada o Crística, era esencialmente mentalista
antes; pero una vez que la luz de Cristo se derramó sobre él, tuvo el mérito de ser contado entre los doce inmortales.
En el cuerpo, el centro relacionado con Sagitario es el plexo sacro, ubicado en la base de la columna vertebral: el canal espinal que conecta el plexo sacro con el cerebro ha sido denominado la «senda del discipulado» (en el sistema védico de los chakras se conoce como Sushumna o Puente Arcoiris); cuando un aspirante vive la vida motivado únicamente por la pura y santa aspiración, el fuego espinal (kundalini) enroscado dentro del plexo sacro se despierta y asciende a través del cordón espinal hacia los dos órganos espirituales ubicados en la cabeza, la glándula pineal y la glándula pituitaria. Por medio de este proceso el hombre se hace Crístico; por eso, Sagitario siempre está simbolizado por la luz, la luz de la mente espiritualizada. Cuando las experiencias de la vida diaria son correctamente apropiadas y transmutadas en valores anímicos, éstas se convierten en peldaños gracias a los cuales el aspirante obtiene su sintonización con la Luz Divina Universal.
El pensamiento bíblico en el que podemos meditar hoy es: «Vosotros sois la luz del mundo» (Mat 5:14)
Cuando acariciamos la vida y revelamos su belleza, cuando de nuestros ojos emana el amoroso respeto por cada ser viviente, cuando seguimos el amor como la única regla de la vida, nosotros también somos luz; y como luz, podemos posarnos en la superficie de las cosas y acariciar a los demás, destacando la belleza que hay en ellos.
Ahava, Francesca Zangrandi