Hoy me gustaría hablar del planeta Venus y de algunos aspectos de las energías en el cielo durante este periodo. Cada ocho años, el planeta Venus inicia un nuevo ciclo durante el cual forma un patrón geométrico perfecto en el cielo que parece una rosa y que se denomina Estrella de Venus. Cada pétalo de esta figura geométrica se forma cuando Venus transita por el cielo en un ciclo de dieciocho meses. Después de cinco de estos ciclos, Venus vuelve al mismo punto de partida, completando la forma geométrica, y entonces comienza un nuevo ciclo. El 3 de junio de 2020 se abrió un nuevo ciclo de Venus.
Las primeras observaciones del planeta Venus se remontan a los babilonios, es decir, hacia el año 600 a.C., pero durante mucho tiempo se les escapó a los observadores que Venus aparece en el cielo por la tarde o por la mañana, según el periodo. Durante muchos siglos se la denominó Vesperus, es decir, «estrella de la tarde», o Lucifer, es decir, «el que trae la luz», según el momento en que apareciera en el cielo, aunque se pensaba que eran dos estrellas diferentes. Y efectivamente, cada vez que Venus, el Sol y la Tierra se alinean, se produce lo que se llama Venus Star Point, y a partir de ahí cambia el momento en que vemos a Venus desde la Tierra. En un ciclo de ocho años, Venus hace cinco retrogradaciones y en cada una de estas se crea una alineación entre Venus, el Sol y la Tierra. Estas cinco retrogradaciones son el equivalente a una luna nueva en el sentido de que inician el ciclo de dieciocho meses que formará un pétalo en el pentagrama, y cada pétalo es una escuela arquetípica bajo la influencia de un signo zodiacal.
El pasado 9 de enero, Venus comenzó a dibujar uno de sus cinco pétalos. Se situaba entre el Sol y la Tierra, alineándose con el grado 18 de Capricornio: el nueve (1+8=9) se considera un número sagrado y representa la finalización de un ciclo, conteniendo en sí mismo el doble concepto de principio y fin, muerte y renacimiento; en un sentido más elevado, es el número de la iniciación, porque marca el final de una fase de desarrollo espiritual y el comienzo de otra fase superior (simbolizada por el paso de las unidades a las decenas). Su relación con el ciclo infinito de vida-muerte-renacimiento nos recuerda la figura geométrica del círculo, en la que no se distingue el principio del fin, recordándonos la eternidad del movimiento, la perfección, la ausencia de división, la homogeneidad. Y de hecho, ese Venus Star Point cerró un ciclo que había comenzado ocho años antes, en enero de 2014, cuando hubo también un Venus Star Point en el signo de Capricornio con Venus retrógrado: en esa ocasión se inició un ciclo energético, como si de una luna nueva se tratara, y al cabo de cuatro años, en enero de 2018, hubo un nuevo Venus Star Point en el signo de Capricornio, pero con Venus directo, y al igual que cuando hay luna llena, se produjo la culminación de lo que habíamos empezado a valorar, amar o crear cuatro años antes. En enero se cerró ese ciclo y se abrió uno nuevo.
El 26 de agosto, Venus cruzó el umbral final de su iniciación, concluyendo su viaje de nueve meses como estrella de la mañana, y entró en un proceso alquímico. El pasado jueves, 15 de septiembre, desapareció del cielo, iniciando un profundo proceso de transformación que la llevará a resurgir en diciembre como estrella de la noche. El 22 de octubre, Venus se unirá con el Sol, produciendo el Venus Star Point en Libra, y será una transición importante ya que no ha habido una conjunción entre Venus y el Sol en el signo de Libra desde hace unos 150 años; y además Libra es precisamente uno de los signos que rige a Venus.
Al mismo tiempo, su eterno amante, Marte, también comenzará su movimiento retrógrado, iniciando un proceso alquímico que durará unos seis meses, en los que tendrá la oportunidad de renovarse completamente y comenzar un nuevo viaje.
Venus, la diosa del amor, expresa la afinidad, la unión, la atracción hacia el otro, características que se manifiestan en la relación como la capacidad de fundirse con el otro en una experiencia creativa, en un acto creativo que lleva a una evolución, a un cambio de lo que eran antes los componentes de la relación. Es la energía del amor, de la atracción, la que nos atrae hacia el otro, la que nos transforma, la que nos cambia, la que hace nacer algo nuevo. Marte, nuestro guerrero interior, en cambio, nos impulsa a actuar, nos pide que nos impongamos y nos pongamos por delante de los demás; representa la carga de energía vital que se expresa a través del dinamismo y la agresividad, en el sentido más etimológico del término, “ir hacia” (del latín “ad-gredior”), por lo que es él quien saca nuestro lado animal e instintivo, el valor y la determinación.
Por lo tanto, podríamos decir que Marte y Venus representan los dos polos de una misma energía: tanto Venus representa una energía femenina y receptiva, como Marte representa una fuerza masculina y activa. Y el pasado viernes, 16 de septiembre, día regido por Venus, se perfeccionó la primera cuadratura entre Marte y Venus: Marte está en el signo de Géminis y Venus en el de Virgo, los dos signos regidos por Mercurio, que comenzó su movimiento retrógrado precisamente en Libra, el signo de las relaciones. Así, mientras los amantes eternos están en tensión, el dios de la comunicación nos pide que revaloricemos nuestras relaciones.
¿Qué es lo que ya no funciona en nuestras relaciones? ¿Qué relaciones requieren nuestra atención y nos invitan a hacer ajustes? ¿Dónde ya no se nos escucha ni se nos mira? ¿Tenemos tendencia a anular al otro o damos un paso atrás y le damos siempre la ventaja? ¿Podemos entender el punto de vista del otro o damos por sentado que el nuestro es el correcto y no damos cabida a otras posibilidades? ¿Podemos comunicarnos o nos cerramos y guardamos silencio? ¿Podemos escuchar y entender lo que el otro nos comunica? ¿Podemos renunciar a tener razón para acercarnos al otro y encontrar un compromiso que nos beneficie a ambos por igual? ¿Cómo exigen nuestros espacios sagrados y vitales ser cuidados y nutridos? ¿Cuál es la calidad de nuestras relaciones? ¿Cómo demostramos nuestro compromiso, afecto y apoyo? ¿Cómo lo muestran los demás? ¿Pedimos lo que necesitamos o esperamos que el otro lo adivine? ¿Vemos a los demás como son realmente o vemos nuestra propia proyección? Cuando nos preocupamos por los demás, ¿les dejamos espacio? ¿Permitimos que se responsabilicen de sí mismos? ¿Funcionan realmente nuestras relaciones o nos aferramos a las historias que nos contamos a nosotros mismos?
Tenemos la oportunidad de examinar nuestras relaciones con los demás, ya sean amorosas, familiares, de amistad, de trabajo o de cualquier otro tipo, y decidir si son o no enriquecedoras para nosotros y, por tanto, si debemos continuarlas o terminarlas. Pero no olvidemos que la relación que tenemos con nosotros mismos y con nosotras mismas también es fundamental, porque al fin y al cabo, las relaciones con los demás son espejo de la relación que tenemos con nosotros mismos, y de eso se trata: de cultivar nuestro matrimonio interno, el equilibrio y la unión entre lo masculino y lo femenino internos; y Marte y Venus nos lo recuerdan constantemente.
Antes de concluir, dejo un pasaje del libro ‘La Maestría del Amor’ de Don Miguel Ruiz, que nos habla precisamente del amor propio:
Todas las personas tienen un valor, y la vida respeta ese valor. Pero ese valor no se mide en dólares ni en oro; se mide en amor. Más que eso, se mide en el amor hacia uno mismo. Tu valor viene dado por la cantidad de amor que te tienes a ti mismo: y la vida respeta ese valor. Cuando te amas a ti mismo, tu valor es muy alto, lo cual significa que tu tolerancia frente a los maltratos que tú mismo te infliges es muy baja. Es muy baja porque te respetas. Te gustas tal y como eres y eso aumenta tu valor. Siempre que haya cosas en ti que no te gustan, tu valor será un poco más bajo. En ocasiones, la autocrítica es tan fuerte que la gente necesita atontarse para poder estar consigo misma. Cuando no te gusta una persona, puedes apartarte de ella. Cuando no te gusta un grupo de gente, te puedes apartar de él. Pero si no te gustas a ti mismo, no importa adónde vayas, siempre estarás ahí. Para evitar tu propia compañía necesitas tomar algo que te atonte, que aparte tu mente de ti. Quizás el alcohol te ayude. O quizás alguna droga. Puede que la comida: sólo comer, comer y comer. Pero el maltrato de uno mismo puede llegar a ser mucho peor que todo esto. Hay gente que realmente se odia a sí misma. Es autodestructiva, se mata poco a poco porque no tiene la suficiente valentía para hacerlo de golpe. Si observas a las personas auto destructivas, verás que atraen a gente parecida. ¿Qué hacemos cuando no nos gustamos a nosotros mismos? Intentamos atontarnos con alcohol a fin de olvidar nuestro sufrimiento. Esa es la excusa que utilizamos. ¿Y adónde vamos para obtener alcohol? Vamos a un bar a beber, y una vez allí ¿adivina con quién nos encontramos? Con alguien igual que nosotros, alguien que también intenta evitarse a sí mismo y atontarse. Así pues, nos atontamos juntos, empezamos a hablar de nuestros sufrimientos y nos comprendemos muy bien. Hasta empezamos a disfrutarlo. La razón de que nuestro entendimiento mutuo sea tan perfecto es porque vibramos en la misma frecuencia. Ambos somos auto destructivos. Entonces yo te hago daño y tú me haces daño: una relación perfecta en el infierno. ¿Qué ocurre cuando cambias? Por la razón que sea, ya no necesitas el alcohol. Ahora te sientes bien cuando estás contigo mismo y realmente lo disfrutas. Ya has dejado la bebida, pero tienes los mismos amigos y todos beben. Se embriagan, empiezan a sentirse más felices, pero tú ves claramente que su felicidad no es real. Lo que llaman felicidad es una rebelión en contra de su propio dolor emocional. En esa «felicidad» están tan heridos que se divierten causando dolor a otras personas y a sí mismos. Al final, te resulta imposible encajar en ese ambiente, y por supuesto, ellos se enfadan contigo porque advierten que han dejado de gustarte. «Oye, veo que me rechazas porque has dejado de beber conmigo, porque ya no nos emborrachamos juntos.» Ahora es el momento de hacer una elección: retroceder o bien avanzar hacia otra frecuencia distinta y conocer a aquellos que acabarán por aceptarse a sí mismos como lo estás haciendo tú. Por fin descubres que existe otro reino de realidad, una nueva manera de relacionarse y ya no aceptas determinados tipos de maltrato.
Ahava, Francesca Zangrandi
PD. El próximo sábado 24 de septiembre, a las 11.00 horas, nos reuniremos vía zoom para la CEREMONIA DE LUNA NUEVA: el encuentro será gratuito y abierto a todos, así que si estás interesado, ¡escríbeme!