Mañana se perfeccionará el último cuarto lunar. Cuando la Luna está menguante, nos ayuda a limpiar, a soltar lo viejo para dejar espacio a lo nuevo; el mes pasado el último cuarto lunar tuvo lugar en el signo de Cáncer, mientras que esta vez será en el signo de Leo.
Venimos de la temporada de eclipses, que de alguna manera nos acompañó a cerrar algunos capítulos de nuestras vidas, y ahora continuamos este trabajo interior de soltar, de despojarnos de otras capas, máscaras y protecciones, para mostrarnos en verdad, como nos pide Leo. Se nos pide que dejemos de engañar, especialmente a nosotros mismos, y que seamos completamente honestos.
En efecto, estamos en la estación de Escorpio, signo de muerte y renacimiento que nos invita a la transmutación. Al fin y al cabo, está vinculado a la estación de la transformación, cuando las hojas caen, se descomponen y se convierten en alimento para la tierra, preparando así el terreno para las semillas aparentemente inertes que esperan la llegada de la primavera para surgir a una nueva vida. Escorpio no teme a la oscuridad, sus energías van hacia lo oscuro y lo profundo, y nos hace descender para enfrentarnos a nuestras emociones más profundas (signo de Agua) y así poder cerrar con todo aquello que no ha sido completamente procesado y que de alguna manera aún influye en nuestras vidas y en nuestras elecciones.
Y es en la oscuridad donde nace la nueva vida: nosotros mismos nacemos en la oscuridad del vientre y la semilla se activa y crece en la oscuridad del vientre de la Madre Tierra.
La energía de Escorpio está muy presente, porque en este signo tenemos no sólo al Sol, sino también a Marte, Mercurio y los asteroides Ceres, Melusina y Perséfone.
Y si Escorpio representa la noche oscura del alma, la Luna en Leo es la fuerza vital radiante. De hecho, Leo nos habla de identidad y singularidad, es el primer signo que se convierte en el verdadero cocreador de su propia existencia y nos pide que cambiemos la relación con nuestro poder creador.
La Luna por un lado está en cuadratura con el Sol, Marte y Melusina en Escorpio, y por otro lado con Júpiter en Tauro, formando una T cuadrada. Pero es que Mercurio y Ceres en Escorpio se oponen a Urano en Tauro, y la Luna también forma una T cuadrada con ellos.
Dedicamos mucho tiempo y energía a construir una vida y luego, un día, todo se desmorona porque Escorpio aparece y se enfrenta a los límites: en la superficie todo puede parecer estupendo, pero luego pasa el tiempo y la semilla de la muerte en nuestro interior puede convertirse en un estado mental en el que nada tiene sentido; quizá la carrera ya no da ninguna satisfacción, nos damos cuenta de que la relación ha muerto, el propósito de la vida desaparece… Pero Escorpio nos invita a ser más autónomos y fuertes, a examinar en qué delegamos nuestro poder y dejamos que otros decidan por nosotros. Y los planetas en Tauro nos recuerdan que a veces necesitamos abandonar nuestras seguridades para redescubrir nuestro ser.
Opuestos a la Luna, que es la vía de escape de la tensión creada por los planetas implicados en la T cuadrada, están los asteroides Chariklo, Hygiea y Eros en Acuario.
En la mitología, Eros era el dios del amor y el deseo sexual, y en astrología representa la pasión, el deseo y la creatividad. El asteroide Hygiea representa a Hygiea, la diosa griega de la salud y la higiene, hija del dios de la medicina Asclepio y de Epione, “la que alivia, la que mitiga, la que cura”, invocada como ayuda preventiva en las enfermedades, se ocupaba de la medicina preventiva (cómo cuidar el cuerpo físico y mental para evitar las enfermedades, en lugar de curarlas una vez contraídas), por lo que aportará una buena dosis de curación y purificación. Y Chariklo, el asteroide más grande del Cinturón de Centauros, en el mito es la esposa de Quirón y la guardiana de los procesos profundos de transformación; en su nombre encontramos la palabra griega “charis” que significa “gracia”, y es precisamente la imagen de lo femenino que cuida, que no juzga, que guarda y apoya sin juzgar, con presencia y compasión.
Que sea un tiempo de gran conciencia y profunda sanación, Francesca Zangrandi
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