¡Aquí estamos, ha llegado un nuevo año! Dejamos atrás el 2019, un número tres (2+0+1+9=12; 1+2=3), un año de expansión y creación que nos trajo más actividad, energía, entusiasmo e interacción con el mundo, y ahora entramos en el 2020, un número cuatro (2+0+2+0=4).
Cuatro es el número de la Tierra, de la materia, de la manifestación, de la concreción, de la constructividad de las ideas en un sentido tangible, por lo tanto, nos pide estructura en nuestra vida y al mismo tiempo nos invita a traer orden y claridad donde hay confusión.
Si consideramos las cartas de los Arcanos Mayores del Tarot, el 2019 podríamos compararlo con dos cartas: la carta XII, el Colgado (2+0+1+9=12) y la carta III, la Emperatriz (1+2=3).
En la carta del Colgado, un hombre se sometió voluntariamente a un proceso de iniciación pasiva y mística, del cual saldrá transformado; su cuerpo está inmovilizado y debe aceptar todo lo que el universo le trae, pero a través de la aceptación alcanzará una renovación total de su ser, e incluso si no puede actuar externamente por el momento, su espíritu es libre de trabajar por dentro, en lo profundo de su alma. El Colgado descubre que el secreto para penetrar en la esencia de las cosas radica en su vuelco: desde la inversión de la perspectiva y el abandono de los patrones mentales habituales llega la iluminación que conducirá a la autoaceptación y la transformación; y en ese punto su fuerza ya no será ejercida por las masas musculares, sino por el poder oculto del alma que ha pasado la prueba de iniciación.
Es decir, el 2019 nos pidió que miremos hacia adentro, que cambiemos la forma en que vemos las cosas y que estemos listos para cambiar nuestras ideas y creencias; nos ha llevado a preguntarnos qué hay más allá de las apariencias, acercándonos a lo esencial y redescubriendo nuestra esencia, lo que siempre hemos sido, lo que hemos venido a hacer.
Pero al mismo tiempo, el Colgado nos invitó a ser flexibles, receptivos, con un espíritu de adaptación, haciéndonos comprender que la situación está destinada a cambiar completamente, a sufrir cambios radicales y puntos de inflexión decisivos.
Pero dijimos que el 2019 también podemos relacionarlo con la carta III, la Emperatriz, emblema de lo divino femenino, del amor, de la fecundidad, de la creatividad. Todo en ella nos recuerda el placer, la pasión y la experimentación de este placer a través de esta pasión, y de hecho, el 2019 fue un año que nos llevó a buscar el propósito de nuestra alma, hacer lo que nos gusta, pero especialmente lo que vinimos a hacer.
Luego, la Emperatriz nos pidió que seamos creativos, que ampliemos nuestras posibilidades, que cultivemos y alimentemos nuestros sueños para que puedan crecer.
El 2020, por otro lado, puede estar relacionado con la carta IV, el Emperador, que representa a un hombre de poder que ha adquirido una gran experiencia y autocontrol, y su poder, a diferencia de la Papisa, no es espiritual, sino terrenal; él se sienta en un trono cúbico que representa la estabilidad.
Por lo tanto, el 2020 nos pide que desarrollemos autodisciplina (ser discípulos de nosotros mismos), de asumir la responsabilidad de nuestras acciones, planificarlas y llevarlas a cabo de manera organizada y metódica; nos empuja a tener confianza en nuestras habilidades y a creer en nosotros mismos, recordándonos que no podemos evolucionar y avanzar en nuestro camino a menos que primero ordenemos y hagamos estable lo que no lo es.
Y luego el 2020 también podríamos considerarlo un número 22, el número maestro vinculado a María Magdalena.
En numerología, el veintidós corresponde al arquetipo del Creador, quien usa el poder que tiene para materializar los proyectos que su mente continúa a elaborar, y trae grandes cambios al entorno en el que se encuentra, ya que su objetivo es estructurar proyectos que beneficien a la comunidad.
Finalmente, hoy, además de dar la bienvenida al nuevo año y la nueva década, ¡también damos la bienvenida a enero!
Los Romanos celebraban el Año Nuevo en marzo, pero con la introducción del calendario gregoriano, la llegada del año nuevo coincidió con la fiesta de Jano, el dios que estaba representado con dos caras, una con dos caras, una barbuda y vieja (el año que muere) y la otra joven (el año que nace). Así que enero, Ianuarius en latín, se dedicó al dios de dos caras Ianus: «Ianua» significa «puerta» y en sánscrito «yana» significa «camino»; y Jano de dos caras tenía la función de presidir los comienzos, los umbrales, las transiciones de un período a otro.
Así que preparemosnos para dar la bienvenida a este nuevo año y esta nueva década con una nueva energía y nuevos sueños y esperanzas en el corazón, que el número cuatro representa el amor universal (el mensaje místico del número cuatro según las enseñanzas de Yeshua es «El corazón universal es la base de la estabilidad»).
Ahava, Francesca Zangrandi