Ya estamos aquí, ¡ha llegado un nuevo año! Hemos dejado atrás el 2024, un número ocho (2+0+2+4=8), un año de conexión con el propio poder personal para abrirse a la abundancia; y ahora hemos entrado en el 2025, un número nueve (2+0+2+5=9).
El nueve se considera un número sagrado y representa la finalización de un ciclo, contiene en sí mismo el concepto dual de principio y fin, muerte y renacimiento; en un sentido más elevado, es el número de la iniciación, porque marca el final de una fase de desarrollo espiritual y el comienzo de otra fase superior (simbolizada por la transición de las unidades a las decenas).
Esta relación con el ciclo infinito vida-muerte-renacimiento nos recuerda la figura geométrica del círculo, en la que no distinguimos el principio del fin, recordándonos la eternidad del movimiento, la perfección, la ausencia de división, la homogeneidad.
Y desde un punto de vista puramente matemático, el círculo tiene 360 grados, lo que sería un número nueve (3+6+0=36; 3+6=9); pero si dividimos el círculo en dos obtenemos 180 grados, todavía un número nueve (1+8+0=18; 1+8=9). ¡Y lo curioso es que podríamos dividirlo infinitamente y siempre obtendríamos un número nueve! (90 grados – 45 grados – 22,5 grados – 11,25 grados y así sucesivamente: ¡pruébalo y verás!)
Además, hay un sinfín de curiosidades matemáticas sobre el número nueve: por ejemplo, la suma de las cifras de un múltiplo de nueve es siempre igual a nueve (por eso los judíos lo consideran el símbolo de la verdad), y si sumamos un número al nueve, el resultado siempre vuelve al número inicial.
Si, por el contrario, sumamos todos los números que preceden al nueve, seguimos obteniendo un nueve (1+2+3+4+5+6+7+8=36; 3+6=9), es decir, que el número nueve contiene en sí mismo todos los números precedentes y sus características y potencialidades: ¡¿no podría ser, por tanto, que en realidad sea el número nueve el que representa el infinito y no el número ocho?!
Al fin y al cabo, se cree que este símbolo represente la eternidad, que no tiene límites ni fin (lo que nos devuelve a la imagen del círculo); pero este continuo vaivén de un lado a otro también me recuerda a una danza continua entre la luz y la sombra, lo masculino y lo femenino, como para recordarnos que para permanecer en constante equilibrio es importante que estas dos partes se unan en el centro y fluyan juntas, en una danza eterna entre energías diferentes pero complementarias, y para ello ambas son necesarias.
Y en Oriente, el número nueve se considera el emblema mismo de la unidad cósmica, por lo que a mí me recuerda aún más la imagen del infinito, con esta danza de unión entre lo masculino y lo femenino.
Recordemos que sólo cuando lo masculino y lo femenino están en equilibrio pueden unirse y crear, así que quizás por esta misma razón los meses de gestación de una nueva vida para el ser humano son ¡nueve!
El nacimiento representa precisamente la materialización de una vida que viene de un plano no físico y entra en el plano físico, por eso está bien representado por el número nueve, que con su forma nos habla de la expresión energética superior, del campo etérico, donde todo es energía, frecuencia y vibración. Pero cuando damos la vuelta al número nueve obtenemos el número seis, que nos habla de la vibración en el plano inferior, el campo físico; de hecho, los alquimistas consideraban que esta relación especular entre los dos números (6-9) reflejaba la relación entre la realidad física, concreta, material, y la realidad energética, vibracional, espiritual (como es arriba, es abajo).
En numerología, el nueve representa la sabiduría y la maestría espiritual. Se asocia con el conocimiento, la comprensión profunda, la meditación y la intuición.
Al ser el resultado de tres multiplicado por sí mismo (3×3=9) completa la eternidad. Representa la Tríada triple, la satisfacción espiritual, la consecución de la meta, el principio y el fin, el Todo. Ningún número puede ir más allá del nueve, lo que indica el límite infranqueable al que está sometido cada individuo en el mundo de la materia.
Si consideramos las cartas de los Arcanos Mayores del Tarot, la carta IX es el Ermitaño: en la baraja de Rider Waite esta carta se representa con un anciano de larga barba blanca, vestido con un largo hábito mientras sostiene un farol en la mano derecha y un bastón en la izquierda. El fondo es gris, el suelo está cubierto de nieve y el anciano tiene la cabeza inclinada.
Si el Arcano Mayor número VIII, la Fuerza, vinculado a la numerología del 2024, nos hablaba de cabalgar sobre el león y acceder a la fuerza que brota de la verdadera entrega a la voluntad de la divinidad, del universo o de la vida, el Arcano Mayor IX, en cambio, nos invita a comprender que el viaje es algo introspectivo, que debe hacerse hacia el interior y luego, secundariamente, hacia el exterior. De hecho, el anciano representa la sabiduría, la experiencia y la fuerza interior que ha acumulado a lo largo de muchas vivencias, experiencias y pruebas, pero mantiene la cabeza inclinada en señal de respeto, consciente de que se enfrenta a algo más grande.
No es casualidad que la novena letra del alfabeto hebreo sea Theith (o Thet), que representa el poder de las profundidades, recordándonos que en la base de nuestra columna reside una poderosa energía que nos permite crear en la materia. Theith nos ayuda a descubrir nuestra espada real, Excalibur, y a decidir en qué dirección dirigirla para manifestar, eligiendo si ponemos nuestras creaciones al servicio del alma o del ego.
Así pues, preparémonos para danzar con las energías de este 2025, que será literalmente un año que marcará un antes y un después en nuestras vidas, ¡preparándonos para los grandes cambios que se avecinan!
De hecho, en el año 2025 todos los planetas lentos cambiarán de signo, tanto los sociales como los transpersonales. A continuación, comenzarán a retrogradar, volviendo a sus signos zodiacales actuales, pero en este avance y retrogradación, tocarán repetidamente el último grado de sus respectivos signos, que se considera un grado muy importante. No en vano, el último grado de cada signo zodiacal, es decir, el grado 29, se denomina grado anarético o kármico, y simboliza un cierre definitivo, recordándonos la necesidad de desprendernos de lo viejo para dejar sitio a lo nuevo y liberarnos de todo.
Por lo tanto, 2025 será un año portal: demos la bienvenida a este nuevo año abriéndonos a lo nuevo y empezando a definir dónde queremos empezar nuestro nuevo viaje, alineados totalmente con nuestra alma y nuestro corazón, como nos recuerda el número nueve. De hecho, el mensaje místico del número nueve según las enseñanzas de Yeshua es “el Cuerpo Sutil es la conexión con las Aguas Cósmicas del Amor.”
Ahava, Francesca Zangrandi
https://youtu.be/GhlvlseaSN8?si=wNuHAJiTUfd08Nqf