Columna “Lunes de mujeres”: ANIDACIÓN, CUANDO EL ÚTERO RECIBE EL OVULO FECUNDADO

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Llegamos a la cuadragésima cita de la columna “Lunes de mujeres”, que sale cada primer lunes de mes.   En los últimos meses hemos empezado a hablar del embarazo, tocando el tema de la concepción, y hoy vamos a ver qué ocurre una vez que el óvulo y el espermatozoide se han encontrado.

A partir de la fecundación, es decir, la unión del óvulo y el espermatozoide, se forma una nueva célula, el cigoto, que inicia su viaje por la trompa hasta el útero; durante este trayecto absorbe nutrientes de las secreciones de la madre y experimenta sus primeras divisiones mitóticas. Comienza entonces la fase de segmentación, en la que el cigoto se divide en un número creciente de células idénticas hasta convertirse en un conjunto celular llamado mórula, que es una de las primeras etapas evolutivas del embrión.
Una vez en el útero, la transformación celular continúa y, a partir de un racimo completo, se convierte en una masa que posee una cavidad quística central, denominada blastocisto; concretamente, el líquido penetra en la mórula y se deposita en los intersticios entre los blastómeros situados en la porción central, hasta que estos espacios se fusionan para formar una cavidad única.

Uno o dos días después de llegar al útero, el blastocisto ya no tiene reservas de energía para continuar su desarrollo, por lo que tendrá que implantarse en el útero mediante la anidación, proceso por el cual se aferrará a la mucosa uterina y empezará a nutrirse de ella.
Básicamente, se aferrará al endometrio (pared uterina interna), que se ha engrosado y se encuentra en fase secretora, por lo que es receptivo para recibir el blastocisto; entonces implantará sus raíces en la mucosa uterina, excavando un nido en el interior del endometrio, penetrando en él gracias a la acción erosiva del trofoblasto, la capa celular periférica del blastocisto, que rompe la matriz intercelular.

Se trata de un breve periodo en el que el blastocisto inicia un diálogo con el útero, del que obtendrá el oxígeno y el alimento que necesita para continuar su desarrollo. De hecho, podrá crecer gracias al alimento que obtiene del líquido rico en glucógeno secretado por las glándulas endometriales que se habían formado bajo la influencia de la progesterona producida por el cuerpo lúteo. El trofoblasto tendrá entonces la oportunidad de convertirse en la placenta, que conecta al feto con el sistema circulatorio de la madre.

Es precisamente la fase de anidación la que desencadena la producción de Beta HCG (gonadotropina coriónica), una glucoproteína con actividad hormonal que es producida justo después de la implantación por las células preembrionarias que darán lugar a la placenta y que también recibe el nombre de hormona del embarazo, ya que su función es mantener la gestación propiciando un entorno hormonal y tisular adecuado para el desarrollo del embrión.
Además, tras la implantación, a partir del trofoblasto comienza a desarrollarse la bolsa amniótica, formada por una capa interna (amnios) y otra externa (corion). Y a partir del tercer mes de embarazo, el trofoblasto pasará a denominarse placenta.

Ahava, Francesca Zangrandi

PD. La próxima cita de esta columna será el primer lunes de mayo, pero, mientras tanto, si deseas mantenerte actualizada sobre los diversos artículos que publico en el blog, puedes suscribirte al boletín en la página web www.quintadimensione.net, poner “Me gusta” en la página Facebook Quinta Dimensione – Francesca Zangrandi, seguirme en mi Instagram https://www.instagram.com/francesca_quintadimensione/ o puedes suscribirte al canal de YouTube Francesca Quinta Dimensione. Y si crees que este artículo pueda interesar a alguien que conoces, puedes compartirlo. Muchas gracias!

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