Llegamos a la cuadragésimo quinta cita de la columna “Lunes de mujeres”, que sale cada primer lunes de mes. El mes pasado empezamos hablando de la confianza en la sala de partos, destacando sobre todo la importancia de la presencia de profesionales que estén en sintonía con nuestra forma de ser y con las ideas que tenemos sobre dar a luz y criar a un hijo. Pero, por supuesto, hay muchos otros factores que pueden favorecer o no el proceso del parto.
Por ejemplo, es importante crear un ambiente relajado, reducir al mínimo las intervenciones externas y dejar que la mujer sea la dueña de su parto, como hace cualquier mamífero hembra.
Y no se trata de ser hippy y querer volver a lo natural y sencillo. De hecho, Michel Odent ha demostrado científicamente que los protocolos, técnicas y herramientas utilizados en casi todas las clínicas de maternidad crean condiciones que ralentizan la liberación del flujo hormonal necesario para el parto.
¿No conoces a Michel Odent? Es un cirujano de 93 años que fue uno de los pioneros del parto natural, introduciendo las “salas salvajes” (la sala de partos como habitación de una casa) y el parto en el agua en las maternidades de los hospitales ya en los años setenta. Fundó en Londres el Primal Health Research Centre, que se centra en el periodo comprendido entre la concepción y el primer año de vida, y a día de hoy sigue propagando la importancia de la salud del “periodo primario”, es decir, el periodo perinatal que va desde la concepción hasta el final del primer año de vida.
Para Odent, las pautas de la concepción, el embarazo, el parto, los primeros momentos de la vida del bebé, la lactancia y la interacción del bebé con su madre hasta aproximadamente su primer cumpleaños tienen importantes efectos a largo plazo en el equilibrio psicofísico del niño y, más tarde, del adulto.
La reina de las hormonas que ayudan en el proceso del parto es la oxitocina, también conocida como la “hormona del amor”, porque mejora el estado de ánimo, induce una sensación de bienestar, favorece las interacciones sociales, reduce la ansiedad, el estrés y el dolor; también estimula las contracciones uterinas durante el parto, haciendo que éste transcurra sin problemas, y más tarde, en el posparto, favorece el inicio de la lactancia y el apego materno.
Es una hormona que segregan todas las hembras de todas las especies de mamíferos y funciona perfectamente en el mundo animal. Pero para nosotros, desgraciadamente, no es así, porque con los numerosos “avances” de la medicina, estamos obstaculizando su producción. De hecho, en el momento del parto, la región cerebral del neocórtex, responsable del pensamiento racional, suele estimularse, lo que provoca la secreción de adrenalina, una hormona que produce tensión, inhibe las contracciones necesarias para el parto e incluso puede impedir el nacimiento natural del bebé.
La oxitocina es producida por neuronas del hipotálamo, una parte del cerebro, y actúa modulando la actividad de otras células nerviosas. Reduce la actividad del llamado sistema nervioso “simpático”, responsable de las reacciones de ataque o huida en caso de peligro, y aumenta la del sistema “parasimpático”, que favorece la relajación. Durante el embarazo, los niveles de oxitocina aumentan, alcanzando su máximo durante el parto. Lo que estimula la secreción es, sobre todo, la presión ejercida por la cabeza del feto sobre el cuello del útero y la pared vaginal; los nervios sensoriales envían impulsos al hipotálamo, y entonces se produce la liberación de oxitocina. Durante el parto, la oxitocina también aumenta la sensibilidad de los músculos uterinos y favorece la liberación de otras moléculas, las prostaglandinas, que potencian aún más las contracciones uterinas y la progresión del parto. Además, a nivel nervioso, la oxitocina ayuda a reducir el dolor, tanto al promover la secreción de opioides endógenos como al inducir una especie de amnesia, que ayuda a la madre a olvidar parcialmente la experiencia del parto.
Esto nos ayuda a entender por qué hasta hace poco, a pesar de la interferencia cultural, una mujer sólo podía dar a luz confiando en la liberación de ese flujo hormonal. Pero poco a poco ha ido disminuyendo el número de mujeres que dan a luz a un bebé y a la placenta mediante la liberación de un flujo hormonal natural.
¿Por qué hemos llegado a dar a las mujeres sustitutos farmacológicos que en realidad bloquean la liberación de hormonas naturales sin tener efectos idénticos en el comportamiento?
El parto es un proceso involuntario. La parte activa del cerebro de la mujer durante el parto es el cerebro primitivo (hipotálamo, hipófisis o glándula pituitaria), que compartimos con todos los mamíferos, y su función es liberar el flujo hormonal necesario para el parto. Se trata, por tanto, de un proceso involuntario, que se produce en situación de relajación y que puede ser inhibido por factores que aumentan la adrenalina estimulando el neocórtex y el intelecto.
Y existe un antagonismo entre la adrenalina y la oxitocina: la adrenalina es una hormona que se segrega en situaciones de emergencia, cuando tenemos miedo, nos sentimos vigilados o tenemos frío, y cuando esta hormona se libera, la oxitocina no puede liberarse, pero ya hemos dicho que es esencial en el proceso del parto.
Y hay varias situaciones que aumentan la adrenalina durante el parto al inhibir la oxitocina. Por ejemplo, a menudo se aconseja a la mujer que se ponga de pie y camine, con la idea de que la gravedad facilita el descenso del bebé, pero en realidad aumenta la adrenalina, por lo que la mujer debe relajarse. Y también es importante cuidar los detalles: por ejemplo, la habitación debe ser cálida, las luces tenues, y no hay que hacer hablar mucho a la mujer, sino dejar que haga lo que sienta. No debe haber idas y venidas de personas, y los que asisten a la mujer deben estar relajados, porque las hormonas se contagian, así que los que asisten también deben tener un nivel bajo de adrenalina y alto de oxitocina.
En otras palabras, el neocórtex, donde se encuentra el intelecto, debería dejar de funcionar durante el parto, porque las inhibiciones surgen de la actividad del cerebro pensante. El parto no es una cuestión de intelecto. Una parturienta entra en otro estado, es indiferente a todo lo que sucede a su alrededor, olvida lo que ha aprendido y puede comportarse de forma inaceptable para las mujeres civilizadas. Puede gritar, ser grosera o indecorosa, adoptar posturas extrañas o hablar en galimatías. Todo esto significa que la parte racional ha dejado de funcionar y es una buena señal. Hay que proteger a la mujer de la estimulación del neocórtex.
El principal estimulador del neocórtex es el lenguaje, y es la interferencia negativa más común en el parto. El lenguaje debe evitarse en la medida de lo posible, y lo que se diga debe hacerse con extrema precaución; sobre todo, debe evitarse el lenguaje más racional y numérico. Es mejor no hacer preguntas a la parturienta, porque, al fin y al cabo, el parto se parece mucho al acto sexual: cuando estamos en estado preorgásmico, ¿qué pasaría si alguien nos preguntara de repente qué queremos cenar? Seguramente esta pregunta estimularía nuestro neocórtex y probablemente interrumpiríamos el proceso del acto sexual. Y esto es exactamente lo que les ocurre a las mujeres durante el parto cuando se las molesta con demasiadas conversaciones y preguntas.
Y las luces deben atenuarse, porque la luz también estimula el neocórtex. Cuando nos preparamos para dormir, apagamos las luces; esto favorece la producción de melatonina, que reduce la actividad neocortical, y así podemos conciliar el sueño. Lo mismo les ocurre a las mujeres que están de parto.
Otra situación que estimula el neocórtex es la sensación de ser observado, por lo que es importante evitar entrar en la habitación de la parturienta en gran número, como puede ocurrir en los hospitales universitarios, por ejemplo, donde el médico puede entrar con los aprendices. Y quienes asisten a la mujer es mejor que se sienten en un rincón para observarla, en lugar de estar frente a ella. Por último, también es mejor evitar los instrumentos de vigilancia, como cámaras, monitores, equipos médicos, etc…
Lo sé, pueden parecer cosas muy sencillas y de sentido común, pero por desgracia es como si se hubieran olvidado. Así que el reto no es adquirir nuevos conocimientos, sino retomar los que hemos adquirido desde la antigüedad y que a menudo contradicen los condicionamientos culturales que tenemos.
Ahava, Francesca Zangrandi
PD. La próxima cita de esta columna será el primer lunes de octubre, pero, mientras tanto, si deseas mantenerte actualizada sobre los diversos artículos que publico en el blog, puedes suscribirte al boletín, poner “Me gusta” en la página Facebook, seguirme en Instagram o puedes suscribirte al canal de YouTube. Y si crees que este artículo pueda interesar a alguien que conoces, puedes compartirlo. Muchas gracias!