Hola, te doy la bienvenida a esta tercera cita de la columna «Lunes de mujeres», que sale cada primer lunes del mes, y si aún no has leído los dos primeros artículos, en los que hablamos sobre la relación mujer-luna, puedes encontrarlos desplazándote de vuelta en los artículos del blog.
La última vez, hablando de que podemos ser lunáticas, es decir, humorales y constantemente en metamorfosis, mencioné que podemos ser cuatro personas diferentes en función de la fase del ciclo menstrual en la que nos encontramos, y hoy me gustaría que empezáramos a ver estas cuatro fases de energía con sus respectivos arquetipos (de hecho, también podríamos hablar de ocho arquetipos, comparándolos con las ocho fases lunares y las ocho fases del ciclo de la Tierra, o incluso trece arquetipos, ya que trece son los ciclos lunares en un año; pero comencemos desde lo básicos, y luego poco a poco tendremos la oportunidad de profundizar!).
A menudo, erróneamente se utiliza la palabra ciclo menstrual para nombrar los días de sangrado, pero en realidad el ciclo menstrual es todo el proceso que tiene lugar desde el primer día de la menstruación hasta el último día anterior al siguiente.
Y cuando se trata del ciclo menstrual, es bueno tener en cuenta que hay dos ciclos involucrados que se cruzan, el ovárico y el uterino: el primero implica cambios en el ovario y es esencialmente la vida del folículo, desde su maduración hasta su expulsión; el segundo está dado por cambios en el endometrio (pared interna del revestimiento del útero) en respuesta a las hormonas que se secretan.
Como probablemente ya sabrás, el ciclo menstrual consta de cuatro fases, que se suceden constantemente, recordándonos que el universo femenino puede ser misterioso y, a veces, difícil de entender precisamente debido a su continua transformación, su ciclicidad.
La ciclicidad es un sistema de nacimiento y renacimiento, de expansión y contracción, de movimiento y descanso en un cambio rítmico constante; y el tiempo cíclico de la mujer está en perfecta armonía con el tiempo de la naturaleza, que también es cíclico, por lo que para facilitar la comprensión del ciclo lunar femenino podemos asociar las cuatro fases del ciclo menstrual con las cuatro estaciones, porque básicamente todos hemos experimentado las energías de las diversas estaciones varias veces y, por lo tanto, es fácil entender lo que sucede cíclicamente en las mujeres mes tras mes (al menos indicativamente, porque cada mujer es diferente y se pueden crear diferentes marcos energéticos).
Primera fase: INVIERNO Y FASE MENSTRUAL
El comienzo de cada ciclo está representado por el primer día en que aparece el flujo menstrual, es decir, la pérdida de sangre y tejido desde la superficie de la mucosa que recubre el útero internamente (endometrio). Todo esto ocurre gracias a la disminución en la producción de estrógenos y progesterona por parte de los ovarios, y permite que el útero elimine el revestimiento construido durante el ciclo menstrual anterior.
A nivel energético, es un momento de concentración interior, de introspección, en el que la sensibilidad se expresa al máximo y hay el deseo de permanecer solas consigo mismas (no es casualidad que en muchas culturas ancestrales este era precisamente el momento en que las mujeres tenían todos los derechos para alejarse de las actividades diarias, retirarse a las tiendas rojas o carpas lunares, cuidándose a sí mismas). De hecho, en esta fase queremos alejarnos del mundo, guardar silencio, ralentizar nuestros ritmos de vida y descansar; la energía está en el nivel mínimo, los procesos mentales se han ralentizado, las emociones emergen fácilmente en la superficie y generalmente aumentan los sueños y las intuiciones. Es una fase reflexiva, por lo que es el momento ideal para:
- reconectarnos con la naturaleza y nuestro ser intuitivo;
- prestar atención a los sueños, que podrían ayudarnos a predecir eventos, obtener inspiraciones y conocimientos sobre lo que necesitamos hacer, plantando así la semilla que queremos plantar;
- aceptar el cambio, permitiendo que las cosas sucedan;
- dejar ir, rendirse a la muerte de lo que ya no es, y así crear el espacio en el que la vida puede renacer;
- buscar respuestas a los problemas o situaciones que estamos experimentando, aprender a aceptar el pasado y las incertidumbres del futuro;
- celebrar el ciclo continuo vida muerte renacimiento dentro de una misma.
Está asociada con la luna negra (diferente de la luna nueva), es decir, con el vacío, con la Madre Cósmica de la cual puede renacer la vida. Y como arquetipo, corresponde a la Bruja, es decir, a la mujer que se abre a energías e instintos más antiguos y primordiales.
Segunda fase: PRIMAVERA Y FASE POSTMESTRUAL (o PREOVULATORIA)
Es la fase folicular o proliferativa del ciclo menstrual: el estrógeno aumenta muy rápidamente, los folículos comienzan a crecer bajo la influencia de la hormona FSH (foliculoestimulante) y la pared uterina comienza a engrosarse progresivamente. Luego se selecciona un folículo, llamado dominante, que gradualmente alcanza la madurez.
A nivel energético, es un momento de renacimiento, en el que nos abrimos a la vida nuevamente y comenzamos a traer al mundo manifiesto lo que aprendimos durante el invierno. De hecho, en esta etapa nos sentimos seguras y sociables, estamos más dispuestos a correr riesgos, la energía está creciendo, expresamos determinación, ambición y atención. Es una fase dinámica, por lo que es el momento ideal para:
- utilizar las inspiraciones e intuiciones obtenidas en la fase menstrual para comenzar nuevos proyectos, también gracias a nuestra capacidad de ver detalles y prioridades, y a las muchas metas que nos fijamos;
- comenzar a interactuar con el exterior y con los demás, conectándose con nuevas energías que enriquecen el propio camino;
- cuidar del propio cuerpo;
- experimentar con cosas nuevas, especialmente aquellas que traen alegría y ligereza;
- manifestar los propios talentos.
Se asocia con la luna creciente, el tiempo de crecimiento y las nuevas posibilidades. Y como arquetipo, corresponde a la Virgen, la que pertenece sólo a sí misma y que está entusiasmada con el mundo exterior y tiene el deseo de experimentarlo.
Tercera fase: VERANO Y FASE OVULATORIA
Es el momento en que el folículo maduro se rompe bajo la influencia de la hormona FSH para liberar el óvulo; el óvulo maduro pasa a las trompas de Falopio y está listo para ser fertilizado. Los estrógenos alcanzan su punto máximo rápidamente y luego comienzan a disminuir a medida que aumenta la progesterona.
A nivel energético, es un tiempo de expansión y dilatación, en el que vivimos la unidad con el Todo y le damos al mundo nuestros frutos en forma de conciencia y conocimiento, cuidado y amor. La salud está en su mejor momento, el cuerpo es reactivo y armónico en funciones gracias a la alta presencia de estrógenos, a nivel emocional hay mucha fuerza y conciencia, el pensamiento es claro y lógico. En esta fase perdemos el sentido egocéntrico y nuestra atención se dirige hacia afuera, estamos atentas a las necesidades de los demás e irradiamos amor y armonía. La energía está en su nivel más alto y somos muy productivas. Es una fase expresiva, por lo que es el momento ideal para:
- ofrecer apoyo, aliento y ayuda a los demás, porque en este momento experimentamos empatía, buenas habilidades de comunicación y altruismo;
- hacer, producir, crear algo constructivo;
- mantener y cultivar proyectos e ideas en curso.
Se asocia con la luna llena, el tiempo de completitud. Y como arquetipo, corresponde a la Madre, que se preocupa, ama, aconseja y ofrece apoyo a las personas cercanas a ella.
Cuarta fase: OTOÑO Y FASE PREMENSUAL (o POSTOVULATORIA)
Es la fase luteínica: el folículo vaciado se convierte en una glándula temporal llamada cuerpo lúteo, que secreta algunas hormonas, incluidas grandes cantidades de progesterona; en respuesta, el endometrio cambia de proliferativo a secretor, haciendo que la cavidad uterina sea más acogedora para la posible implantación del embrión. Si el óvulo está fecundado, pasa a través de las trompas de Falopio y después de unos días se implanta en la cavidad uterina y anida, luego continúa con el embarazo; de lo contrario, los niveles de progesterona disminuyen rápidamente debido al agotamiento funcional del cuerpo lúteo, lo que conduce gradualmente a la descamación de la mucosa uterina y la posterior menstruación.
A nivel energético, es un momento de conciencia, en el que abandonamos todo lo que no necesitamos para prepararnos para el encuentro con la parte más íntima y profunda de nosotras mismas; también somos menos sociables precisamente porque sentimos la necesidad de retirarnos en nosotras mismas. En esta etapa, nos volvemos cada vez más intolerantes con el mundo cotidiano y nuestra intuición y nuestra percepción se fortalecen. El nivel de energía y atención disminuye gradualmente, aumenta la fatiga, los procesos mentales se vuelven cada vez más ilógicos e influenciados por las emociones, la percepción y la inspiración se vuelven más vívidas y apremiantes. Es una fase creativa, por lo que es el momento ideal para:
- mirar más allá de la ilusión y tomar conciencia de los cambios que tenemos que hacer en nuestras vidas;
- completar lo que está suspendido;
- alejar o alejarse de lo que ya no se necesita, incluso decir «no» a otros para decir «sí» a sí mismas;
- comenzar a experimentar el propio lado interior, tomando conciencia del propio poder personal;
- acoger, «hacer nido» (el cuerpo se prepara para dar la bienvenida a un probable embarazo, por lo que, por ejemplo, puede suceder que se sienta la necesidad de ordenar y limpiar la guardería para el proyecto del bebé que podría venir a la luz).
Se asocia con la luna menguante, el momento en el que se hace un balance de la situación, para ver lo que se ha logrado, lo que se ha aprendido y, sobre todo, lo que se desea lograr en función de las experiencias realizadas. Y como arquetipo, corresponde a la Hechicera, la mujer que experimenta su lado interno y toma contacto con su propio poder.
«Floral Uterus», pintura anatómica de Trisha Thompson Adams
Analizando las energías que se experimentan en las cuatro fases del ciclo menstrual, podemos ver claramente las similitudes con lo que sucede en la naturaleza: en primavera los árboles son brillantes, llenos de vida, y la savia de las raíces fluye hacia arriba dándoles una belleza exuberante y el color verde. En verano nos dan sus frutos. A medida que avanza el otoño, liberan, con total desapego, todo lo que alguna vez le perteneció; las hojas están teñidas de marrón, ocre y naranja. Cuando llega el invierno, muchos árboles ya están desnudos y entran en un aparente estado de muerte; no hay hojas, no hay frutos, y permanece sólo el esqueleto de lo que fue. Pero incluso si parecen muertos, no lo están, y la savia fluye hacia las raíces, su laberinto interior, lo que permite que el proceso de la vida continúe.
En la naturaleza, todos los procesos se consideran sagrados, no hay uno que merezca ser repudiado; se honra tanto el nacimiento como la muerte, y los procesos de putrefacción se reciben con amor dentro del mismo sistema. Imagina por un momento que la tierra se opone al hecho de que un árbol caído se descomponga en su útero. Suena absurdo, ¿verdad? La tierra misma y todo el ecosistema están profundamente alimentados por esta descomposición; lo que parece inútil para la Madre Tierra es reciclable y nutritivo. Por ejemplo, cuando una planta muere, cae sobre la Madre Tierra, que la recibe en su corazón, y no solamente a ella, sino también a todas las criaturas vivientes que anidan en su interior. La planta muere y su muerte da lugar a un ciclo mucho más sabio; especies como los hongos encuentran un lugar nutritivo para vivir y varios animales del mundo subterráneo encuentran comida allí.
Pero no siempre podemos decir lo mismo sobre nosotras mismas: a menudo nos sentimos insatisfechas cuando pasamos por ciertas fases de nuestro proceso, especialmente cuando la fase cíclica que estamos atravesando nos lleva a la muerte de algunos de nuestros aspectos. Sin embargo, nuestros ciclos son los mismos que los que gobiernan la naturaleza!
Reforzar este vínculo y hacerlo presente nos da fuerza, mientras que desconectarnos nos debilita profundamente. La naturaleza es una gran maestra, por lo que aprendemos sobre nuestro ciclo menstrual, porque esto nos permite vivir en armonía con nuestros ritmos y encontrar una excelente manera de acceder a la sabiduría que subyace en cada fase del ciclo menstrual.
Ahava, Francesca Zangrandi
- La próxima cita con esta columna será el primer lunes de abril, pero, mientras tanto, si deseas mantenerte actualizada sobre los diversos artículos que publico en el blog, puedes suscribirte al boletín en la página web www.quintadimensione.net, poner “Me gusta” en la página Facebook Quinta Dimensione – Francesca Zangrandi o seguirme en mi Instagram https://www.instagram.com/francesca_quintadimensione/. Y si crees que este artículo pueda interesar a alguien que conoces, puedes compartirlo. Muchas gracias!