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En Occidente concebimos el tiempo como una progresión lineal e irreversible hacia el infinito, pero los chinos (no sólo ellos obviamente) piensan en el tiempo como una evolución cíclica, un eterno comenzar de nuevo, y en realidad es lo que claramente nos muestra la naturaleza.

Todo lo que está presente en la naturaleza, y todas las actividades que llevamos a cabo, tienen dos aspectos opuestos: un aspecto yin y un aspecto yang. Yin significa «el lado oscuro de la montaña», en la sombra, mientras que yang es la traducción del «lado soleado de la montaña». Estos aspectos aparentemente opuestos son en realidad dos caras de la misma moneda: el calor y el frío son característicos de la temperatura, el día y la noche son aspectos del tiempo, etc… por lo tanto, estos elementos existen sólo uno en relación con el otro (sin el día no podría existir de noche, sin oscuridad no podría haber luz, sin arriba no podría existir abajo, etc…). La tensión dinámica y la transformación constante entre yin y yang crean la energía que nutre la naturaleza y la vida humana.

El símbolo taiji (dao) es un círculo, medio oscuro (yin) y medio claro (yang), dividido por una línea curva. Como se puede ver en los gráficos de este símbolo, yin y yang siempre están acoplados: cada uno existe gracias al otro. La línea que divide las dos partes es ondulada porque simboliza la alternancia constante y recíproca de las dos fuerzas opuestas, que están en continuo movimiento dinámico. Y el punto del color opuesto indica que dentro del yin siempre hay un poco de yang y viceversa, en el yang siempre hay algo de yin; y todo, cuando está en su máximo, se convierte en su opuesto.

Ahora nos estamos acercando al equinoccio de primavera, el momento en el que la luz y la sombra están en equilibrio, y desde ese momento las horas de luz (yang) aumentarán cada vez más hasta que alcancen su máximo (solsticio de verano); allí el yin nacerá de nuevo, aumentará gradualmente, hasta que vuelva a estar en perfecto equilibrio con el yang (equinoccio de otoño), y gradualmente alcanzará su máxima expresión (solsticio de invierno), cuando el yang volverá a nacer.

Así que ahora estamos en el momento de crecimiento del yang, y ya sentimos la energía chispeante de la primavera en el aire, el deseo de renacer y la apertura al exterior. Para la medicina china, la primavera es la estación dominada por el elemento Madera y es el momento en que todo comienza: los árboles representan el elemento Madera y en todo el mundo son símbolos de creación y crecimiento; y al igual que los árboles florecen, crecen y se elevan en primavera, también nosotros nos despertamos, queremos estar afuera, al aire libre, hacer más cosas, planificar y ser más creativos.

En el cuerpo, el elemento Madera se expresa a través del órgano del Hígado y la Vesícula biliar, que gobiernan todas las cualidades asociadas con la Madera, como el crecimiento y la creatividad; pero para poder expresar estas cualidades, estos órganos deben aligerarse y limpiarse del gran trabajo de transformación, digestión y eliminación que han hecho durante los meses de invierno, cuando hemos comido más alimentos grasos y azucarados.

Pero este es un momento de limpieza en varios frentes: es el momento de la gran «limpieza de primavera», y no solo es importante limpiar el entorno en el que vivimos, sino también nuestro cuerpo (tanto desde el punto de vista físico, que emocional y mental).

Si la primavera es sinónimo de novedad y cambio, es importante recordar que cuando nos preparamos para dar la bienvenida a algo nuevo, primero debemos deshacernos de todo lo que ya no necesitamos, a fin de crear un espacio para acomodar lo nuevo.

Para hacer espacio en nuestro entorno, podemos limpiar la casa y liberar los armarios, eliminando algo que ha estado allí durante mucho tiempo y no lo usamos, tal vez regalarlo o venderlo a alguien que sepa qué hacer con él. Para hacer espacio en nuestro cuerpo físico, podríamos evitar comer ciertos tipos de alimentos para priorizar los más ligeros, y aún así comer menos, o incluso tratar de ayunar o semi-ayunar. Para hacer espacio en un nivel emocional, deberíamos dejar de lado todas esas emociones que nos mantienen anclados en el pasado y no nos permiten abrirnos a lo nuevo. Para hacer espacio en el nivel mental, en cambio, deberíamos limpiar la mente de todos los pensamientos y creencias limitantes que nos frenan y no nos permiten hacer cosas nuevas.

Liberar espacio, tanto físico como metafórico, nos ayuda a mover energía y sentirnos más ligeros, ya que produce oxígeno, nos da la oportunidad de volver a respirar, a movernos y a tener libertad de acción. Pero también implica una cierta responsabilidad, porque inevitablemente nos lleva a tomar decisiones, a establecer prioridades: cuando solo queda lo esencial, depende de nosotros decidir con qué luz llenar ese espacio, que ahora está vacío, no tenemos más excusas, ya no podemos escondernos, culpar a otros o situaciones; así que una vez que hemos creado este espacio, ¿cómo queremos llenarlo? ¿Con qué vibraciones queremos alinearnos? ¿Qué queremos atraer en nuestras vidas?

Ahava, Francesca Zangrandi

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