Hoy, 31 de diciembre, la dedicación se hace a Virgo, un signo de tierra que representa el cierre de un ciclo y el comienzo de otro: la tierra fértil de Tauro ha llegado al final de su ciclo, y ahora la necesidad no es la de recoger las frutas para alimentarse (típica de Leo), sino para guardar por el invierno.
El amor de Leo nos ha llevado al servicio de Virgo, la Madre Divina, la instructora que nos muestra en concreto el principio femenino y que mantiene en el planeta el modelo cósmico de una Tierra limpia y rejuvenecida. La pureza se convierte en un enorme poder anímico, una verdad expresada por el Cristo cuando dijo «Los puros de corazón verán a Dios».
El discípulo relacionado con Virgo es Santiago el Justo, hermano de Judas y Simón: durante muchos años fue considerado el jefe de la primera Iglesia en Jerusalén y fue bien conocido por su pureza de carácter y su consagración al servicio desinteresado.
En el cuerpo, el centro relacionado con Virgo es el tracto intestinal, por lo que podemos visualizar nuestro cuerpo purificado y revitalizado, y el tracto intestinal funcionando perfectamente.
El pensamiento bíblico en el que podemos meditar hoy es: «El que sea más grande entre ustedes será su servidor» (Mateo 23,11)
El más grande debe convertirse en un hombre que se ponga al servicio de su prójimo, donde lo importante es el compromiso positivo, la disposición efectiva y el hecho de convertirse realmente en «servidor». Este tipo de servicio implica que cese cualquier ejercicio abusivo de poder, que desaparezca el desprecio y la tiranía, la opresión, la explotación y toda forma de injusticia. La expresión «su servidor» nos dice que es un servicio en acciones, que por lo tanto se traduce en una forma de ayuda material y atención altruista de los demás; pero este servicio no sería auténtico si no estuviera acompañado de sentimiento, por lo tanto subyace a la interioridad, es decir, un espíritu de disposición, una actitud del alma que se corresponda perfectamente con él.
Ahava, Francesca Zangrandi