Como ya he dicho muchas veces, en octubre comenzó el último trimestre del año, correspondiente al último cero del 2020, por lo que estamos de nuevo en el vientre de la Madre Cósmica, en el lugar de las infinitas posibilidades, preparándonos para nacer de nuevo. Nacer nunca es fácil: llega el momento en que tenemos que cruzar el canal de nacimiento y dejar un lugar cálido y seguro para ir a un lugar nuevo y desconocido; pero somos conscientes de que es lo único que podemos hacer para seguir creciendo.
Y esto es exactamente lo que estamos viviendo ahora, una especie de rito de paso en el que, como una serpiente (que por cierto es uno de los símbolos que representa el signo de Escorpio), perdemos nuestra vieja piel para tenerla nueva y prepararnos para lo que vendrá el próximo año.
Además, ahora estamos en noviembre, un número once. El once es el primero de los números maestros y si miramos su forma, vemos dos pilares que forman un canal, lo que nos recuerda de nuevo el canal de parto y el nuevo nacimiento al que tendremos que enfrentarnos.
Entre otras cosas, en los últimos días hemos entrado en el portal 11-11, que contiene la energía del número cuatro (1+1+1=4), el número de la Tierra, de la materia, de la manifestación, de la concreción, de la constructividad de las ideas en un sentido tangible. Pero este año ha habido otra peculiaridad: si añadimos 11+11 obtenemos el número 22, otro número maestro que resuena con el 2020, ya que aparece a la vista como otro número 22.
Si sumamos estos dos números numéricamente, obtenemos el número ocho (2+2+2=8), que es el número del infinito, el karma, el equilibrio cósmico, la elección del nuevo camino. Así que lo que hemos sembrado durante este portal, tendrá que ver con lo que será el próximo año: si este 2020 ha representado la destrucción, la demolición del viejo, el 2021 representará la revolución, el establecimiento de los cimientos del nuevo mundo, incluso si el proceso de elección del nuevo camino durará unos pocos años (después de todo, estamos pasando de la Era de Piscis a la Era de Acuario).
Para Pitágoras, al ser la adición de una unidad a la totalidad de los diez, el once era el símbolo de la renovación y representaba las fuerzas del caos (entendidas como una revolución de un orden previo) para alinear la realidad a un plano superior. Así que el número once simboliza el comienzo de un progreso, una renovación o la inversión de una situación, y de hecho este mes es muy agitado.
El pasado jueves 12 de noviembre, no sólo pasamos por otra puerta de Venus, sino que también se produjo la tercera y última conjunción del año entre Júpiter y Plutón en el signo de Capricornio, el último acto de la gran conjunción que caracterizó todo el año 2020. Esta conjunción nos empuja a tomar nuestras vidas en nuestras propias manos, nos hace ver la oportunidad en los desafíos y nos invita a sentar las bases para la construcción de nuestros sueños. Además, el asteroide Pallas (representado por la diosa Pallas o Atenea) también se unió a Júpiter y Plutón, aportando la urgencia de transformar la realidad.
Y mañana habrá la luna nueva en el signo de Escorpio: no sólo la Luna y el Sol se unirán en este signo, sino que Mercurio, ahora directo, también estará en Escorpio.
Escorpio es un signo de muerte y renacimiento y nos invita a la transmutación. De hecho, está ligado a la estación de transformación, cuando las hojas caen, se descomponen y se convierten en alimento para la tierra, preparando así el suelo para las semillas, aparentemente inertes, que esperan la llegada de la primavera para surgir a una nueva vida.
Pero sabemos que no debemos temer a la muerte, porque en realidad sólo es aparente, es una transformación, y sin la muerte no puede haber vida. La naturaleza nunca muere, aunque no la veamos, la vida continúa en profundidad; en el universo nada se destruye, así como nada se crea, pero todo se transforma.
Nosotros también atravesamos constantemente ciclos de vida-muerte-renacimiento: por ejemplo, experimentamos una muerte metafórica cada vez que terminamos una relación, de cualquier naturaleza que sea; cada vez que dejamos un trabajo, dejamos una casa o un país para mudarnos a otro lugar; cada mes, cuando hay luna oscura, justo antes de que la luna vuelva a ser visible en el cielo; si somos mujeres, cada mes experimentamos una muerte durante la sangre lunar; y si hemos dado a luz a un hijo, morimos como hijas para volver a nacer como madres.
Y en esta época del año, acompañados por el signo de Escorpio, podemos ir de la muerte al renacimiento, así que dejèmonos acompañar en esta muerte, conscientes de que es sólo el comienzo de nuestro nuevo nacimiento de luz. Así como en el momento del nacimiento tuvimos que dejar el cálido y conocido vientre de nuestra madre para seguir viviendo y creciendo, ahora debemos confiar en que dejar lo que nos ha mantenido a salvo hasta ahora es el único camino a seguir.
Esta luna nos recuerda que la seguridad viene dada por la capacidad de transformación continua: quien logra hacer morir lo que ya no se necesita, entra en algo nuevo; quien logra enfrentarse a sus propias sombras, brilla con luz. Así que dejemos el miedo y simplemente permanezcamos en el corazón; ¡dejemos que el deseo del corazón tome la delantera!
Plutón, que gobierna el signo de Escorpio, es el planeta de la madurez del alma, y ahora nos da la posibilidad de entender la muerte, entendida como la muerte del niño y el nacimiento del adulto responsable de sí mismo.
Entró en el signo de Capricornio en 2008 (y permanecerá allí hasta el 2024) abriendo una puerta que nos ha permitido entrar en un lugar de gran limpieza, especialmente a nivel del alma. Plutón tiene una vibración energética muy alta, capaz de destruirlo todo, creando las condiciones ideales para empezar literalmente de cero, a través de una metamorfosis y una regeneración radical.
El signo de Capricornio está gobernado por Saturno, el planeta del karma, por lo que Plutón, al entrar en el signo, comenzó una fase de limpieza kármica: ciertamente no es un trabajo fácil, ya que nos hace entrar en nuestras heridas para curarlas directamente en la raíz; pero este trabajo ha sido y es absolutamente necesario para elevar nuestras frecuencias y prepararnos para el salto dimensional.
Después de todo, uno de los símbolos relacionados con el signo de Escorpio es la serpiente, que cambia de piel; y otro símbolo utilizado para representarla es el Simurgh de la mitología persa (que conocemos como el fénix árabe), el pájaro que tiene el poder de renacer de sus cenizas. Así que ambos nos recuerdan que siempre podemos renacer, sin importar lo que nos haya pasado.
El año 2020 fue un año de ruptura de muchas estructuras, externas e internas, y este mes de noviembre nos empuja a romper las últimas estructuras que aún resisten, experimentando una muerte iniciática. La necesidad de seguridad y control podría hacernos resistir la transformación, pero si hay algo que este 2020 nos ha enseñado, es que todo lo que creemos que controlamos es en realidad una ilusión. Así que nos recuerda que es hora de alcanzar nuestro poder personal y soltar el control, rindiéndonos a la vida, aceptando el cambio, fluyendo con él y abriéndonos a lo nuevo.
Feliz salto cuántico, Francesca Zangrandi