La solemnidad de los santos Pedro y Pablo, que se celebra el 29 de junio, es el ejemplo más antiguo de una transfiguración de una fiesta romana en una celebración cristiana, incluso antes de Navidad. La fiesta tenía la función de celebrar a los gemelos Rómulo y Remo, luego los cristianos la transfiguraron en la solemnidad de los dos apóstoles, considerados los fundadores de la nueva Roma.
Como cualquier celebración que se respete, tiene sus tradiciones y creencias populares. Entre estos, en el norte de Italia se encuentra el Barco di San Pedro, que consiste en colocar, en la noche del 28 al 29 de junio, un jarrón o una botella de vidrio, que contiene agua, al aire libre, mejor en un césped o debajo de un árbol, pero el alféizar de la casa también está bien; se desliza cuidadosamente la clara de huevo en el agua, luego se deja allí toda la noche, sin mezclarla ni moverla. Durante la noche, el rocío hará su magia y, a la mañana siguiente, encontraremos una especie de barco o velero formado por los filamentos de clara de huevo, que permanecerá durante unas horas.
Se dice que en el pasado los campesinos, basándose en la figura que se formaba, podían prever el futuro, sobre todo meteorológico: a partir de la forma del barco y el número de velas y mástiles, podían saber si las condiciones climáticas hubieran sido favorables o no para los cultivos, y si los miembros de la familia hubieran estado sanos.
Por ejemplo, las velas abiertas indicaban la llegada del sol, mientras que las velas cerradas y delgadas indican la llegada de la lluvia. Y si se formaba un buen velero en el agua, se consideraba un buen presagio para obtener excelentes cosechas durante el año.
En las diversas tradiciones se atribuye un significado diferente al Barco de San Pedro, pero, sea cual sea su significado, me recuerda cuando era una niña y la ilusión que tenía de hacerlo, como si fuera magia.
Ahava, Francesca Zangrandi
