Esta noche, unos minutos antes de medianoche, se perfeccionará el último cuarto lunar. Cuando la Luna está en cuarto menguante, nos ayuda a limpiar, a desprendernos de lo viejo para dejar sitio a lo nuevo; el mes pasado el último cuarto lunar tuvo lugar en el signo de Piscis, mientras que esta vez será en el signo de Aries.
La Luna está en Aries, signo de Fuego regido por Marte, en conjunción con el Nodo Norte y con Neptuno en Piscis. Y el Sol está en Cáncer, signo de Agua, en conjunción con Venus.
La energía del Fuego de Aries nos invita a encontrar el valor para empezar algo e ir en la dirección que queremos; está temblando de impaciencia y agita las aguas tranquilas de Cáncer, haciéndolas hervir. Es una fusión de agua y fuego, emociones y acción, corazón y cuerpo, energía femenina y energía masculina. Pero ambos signos nos enseñan a poner nuestra atención en nosotros mismos: Aries es el YO SOY y nos invita a movernos y actuar desde nuestros impulsos y deseos; Cáncer nos invita a actuar desde el corazón y a cuidar no sólo de los demás sino también de nosotros mismos, nutriéndonos y convirtiéndonos en nuestra propia madre.
Marte, el regente de esta fase lunar, está en sextil con Venus en Cáncer, por lo que los dos amantes del cielo dialogan armoniosamente, como si Venus respaldara y apoyara a Marte para que pudiera cerrar este ciclo lunar con decisión y valentía.
El Nodo Norte en Aries refleja el surgimiento de la individualidad: al ser el primer signo del zodíaco, Aries marca la salida de lo colectivo y el despertar de una voluntad personal; nos invita a automotivarnos y a centrarnos en lo que el yo quiere y no en lo que quieren los demás. Y cuando hay autoconocimiento, nunca más se cederá el poder de definir lo que está bien y lo que está mal para nosotros. Se trata de romper con el deseo de complacer a los demás a toda costa y entrar en un reino de expresión auténtica, sabiendo muy bien que hay otras caras de la historia, pero la lealtad a los propios principios y necesidades debe ser lo primero.
El cielo parece decirnos que no nos demos por sentados, recordándonos que dentro de nosotros vive una chispa de energía divina que nos hace únicos. Así que tomemos en serio nuestros dones y demos gracias por nuestra singularidad. Francesca Zangrandi